El informe del Estimador Mensual de Actividad Económica para mayo mostró claramente que la economía argentina está en un periodo de estancamiento que, según los expertos, podría continuar en los próximos meses. Aunque hubo un aumento interanual del 5 %, los datos mensuales reflejan un crecimiento inexistente comparado con abril y solo un 0,7 % desde diciembre pasado, demostrando que la economía, tras haber tocado fondo, sigue sin poder superar una meseta de recesión.
El término se utiliza para describir una etapa de bajo dinamismo, en la cual el nivel de actividad permanece constante, sin colapsar pero sin presentar indicios firmes de expansión. Aunque algunos sectores exhiben signos de mejora respecto a los magros resultados de 2024, el conjunto de la economía aún opera por debajo del pico alcanzado a mediados de 2022. De hecho, el rebote registrado en los primeros meses de este año parece haberse agotado, dando paso a una etapa de crecimiento estancado.
Los datos oficiales muestran una economía desbalanceada, en la que los sectores vinculados al agro y la energía impulsan los indicadores globales, mientras las ramas productivas más intensivas en empleo siguen deprimidas. La agricultura, beneficiada por una cosecha sólida, creció más del 27 % en la comparación interanual, y el sector de minas y petróleo avanzó más del 12 %. Sin embargo, la industria manufacturera cayó un 9 % y la construcción retrocedió cerca del 14 %. El comercio, un termómetro directo del consumo interno, mostró apenas una variación nula respecto al mismo mes del año anterior.
Esta composición del crecimiento revela un patrón preocupante: las ramas que traccionan la actividad lo hacen en función de factores externos, como el precio de las materias primas o la recuperación de mercados internacionales, mientras las que dependen del consumo doméstico y del crédito se encuentran paralizadas o en retroceso.
El fenómeno también se observa en los indicadores de ciclo-tendencia y en los índices de difusión del crecimiento sectorial. Un conjunto limitado de sectores es responsable de casi toda la expansión observada en lo que va del año. Este desequilibrio presenta serios desafíos para lograr una recuperación sostenible. La demanda interna sigue baja debido a la reducción del salario real, el deterioro del empleo formal y el ajuste fiscal, mientras que las inversiones productivas permanecen limitadas por la incertidumbre política y las elevadas tasas de interés.
Desde algunas consultoras económicas anticipan que, salvo un shock positivo inesperado —como una recuperación abrupta del consumo o una mayor inversión externa directa—, el actual escenario podría prolongarse al menos hasta fin de año. Aunque las autoridades destacan la baja de la inflación como un logro clave, los efectos de esa estabilización aún no se trasladan al nivel de actividad real, especialmente en sectores sensibles como la construcción, el comercio minorista y las pequeñas industrias.
Los expertos están de acuerdo en que esta «meseta recesiva» es distinta a una recesión típica, ya que no conlleva una caída repentina, pero sí se observa una desaceleración constante del crecimiento. Es una situación intermedia en la que la economía ni se hunde ni prospera. La ausencia de indicios concretos de recuperación causa incertidumbre tanto en el sector empresarial como en el mercado laboral.
En este escenario, la planificación económica de la segunda mitad del año se torna vital. Las autoridades deben abordar el reto de mantener la estabilidad fiscal sin empeorar la recesión, promover la inversión sin comprometer el balance macroeconómico y restaurar el poder de compra sin causar presión inflacionaria. Lo esencial será conseguir una coordinación efectiva de políticas que permita superar la inercia presente y estimular los motores internos del progreso.
Por el momento, la situación predominante es de estancamiento, sin muchas expectativas de mejora a corto plazo. La economía argentina está en pausa, con un pequeño crecimiento técnico impulsado por sectores específicos, pero carece de la fuerza necesaria para cambiar de ritmo. La meseta recesiva no es solo una figura retórica: es una descripción precisa de la realidad del país.